miércoles, 2 de enero de 2008

Silva, el buey mudo

Por Francisco Ortí.-

Hace tiempo, en mi época de estudiante, uno de mis profesores me contó la historia de Santo Tomás de Aquino, al que sus compañeros apodaban "el buey mudo" por su parquedad de palabras. Pero un día, uno de esos compañeros leyó los apuntes de este joven estudiante y se los presentó a San Alberto. Al leerlos, éste le dijo a los estudiantes: "Ustedes lo llaman el buey mudo. Pero este buey llenará un día con sus mugidos el mundo entero".

En el mundo de fútbol tenemos a nuestro particular buey mudo. Es un hombre de escasas palabras, algo introvertido y con poca propensión a las salidas de tono, y, sin embargo, está llamado a hacer historia. Estoy hablando del valencianista David Silva.

Fuera de los terrenos de juego el canario pasa inadvertido a causa de su timidez, pero en cuanto toca un balón atrae todos los focos, todas las miradas. Su silencio desaparece en cuanto se calza las botas de fútbol y pisa un terreno de juego. Él no necesita mugidos para hacerse oír, no necesita ni hablar, le basta con darle un par de toques al balón y éste habla por él.

Un año de ensueño

Este buey ha cerrado un año 2007 que a causa de su modestia –la que caracteriza a los más grandes- no se hubiera atrevido ni a soñar. Hace dos veranos David Silva fue presentado en Mestalla junto a Gavilán como nuevos jugadores del primer equipo ché en familia. Apenas 20 aficionados acudieron a ver al canario vestirse de corto. Hubo más presencia de público hasta en la presentación de Tavano. "Si se llamara Silvinho esto estaría lleno", protestó el padre de Silva creyendo que nadie le escuchaba.

Pero esos mismos aficionados que le dieron la espalda en su puesta de largo como jugador del Valencia ahora le idolatran y ni siquiera llamándose Silvinho le tendrían más cariño. Le ha bastado un solo año para ganarse los corazones de Mestalla. Eso sí, ha sido un año en el que ha rozado la perfección.

El 2007 ha sido el año de la explosión de Silva. El año del salto de promesa a crack. Pese a su juventud no tuvo miedo en asumir el reto de hacer olvidar a Aimar. Se colocó el dorsal 21 a la espalda -el mismo que lucía el argentino- y pronto se ganó un sitio en las alineaciones que ya no perdería.

En la Liga rozó el sobresaliente, pero fue en la Champions League donde ofreció su mejor versión. El pequeño canario se creció ante rivales de la talla de Materazzi o John Terry y protagonizó auténticos partidazos, marcando algunos goles que le convirtieron en portada de todos los periódicos. Además, sus buenas actuaciones le valieron la llamada de Luis Aragonés para la selección y se ha ganado un puesto para la próxima Eurocopa.

En el 2008, Silva deberá asumir un reto todavía mayor a los que ha superado hasta ahora. Después de la revolución Koeman, la afición ché se ha quedado huérfana de referentes sobre el césped y el canario deberá ser quien interprete ese papel. El buey mudo todavía puede mugir más fuerte. Que el mundo entero se prepare.

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